Sara Morante y ‘La vida de las paredes’: “Las paredes de las casas separan vidas, intimidades, pero también son testigos mudos de lo que sucede una vez cerramos la puerta de nuestro piso y nos encontramos con nosotros mismos”

Sara Morante y ‘La vida de las paredes’: “Las paredes de las casas separan vidas, intimidades, pero también son testigos mudos de lo que sucede una vez cerramos la puerta de nuestro piso y nos encontramos con nosotros mismos”

La vida de las paredes‘, escrito e ilustrado por Sara Morante, es la historia de un caserón de principios de siglo XX y de sus habitantes, una peculiar comunidad de vecinos que comparten sus vidas en torno a una escalera.

Sara Morante dibuja retratos de tinte surrealista enmarcados en un realismo casi costumbrista a través de un diálogo muy potente entre texto e imagen. Escenas muy visuales, un tanto oníricas, que se engarzan para crear una historia común: fotografías o cuadros que hablan durante la noche y se deslizan de un marco a otro, gárgolas perversas que cobran vida, una joven famélica desplumando a un jilguero para comerse hasta los huesos, una mujer que envuelve a su feto entre el hule sucio y paños de cocina… Son pinceladas de lo que podemos encontrar en las páginas de este libro editado por Lumen.

Las paredes tienen vida y Sara Morante sabe poner palabras y color a un mundo insólito en este libro que incluye más de treinta ilustraciones. La vida de las paredes muestra el talento de la gran ilustradora en su máxima expresión.

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He leído por ahí que es el primer libro escrito e ilustrado por la artista Sara Morante. Dos preguntas. La primera, ¿cómo ha sido la experiencia? “La experiencia me ha gustado tanto que quiero repetir; estoy inoculada por la escritura. Aprendí mucho durante el proceso y ha sido curioso y agradable comprobar que las sensaciones cuando escribo han sido las mismas que cuando ilustro: el nerviosismo, la euforia, el bloqueo, el desbloqueo y las mariposas en el estómago y el placer de crear cuando vuelvo a encontrar el hilo”.

Y la segunda, ¿te consideras artista, ilustradora, dibujante…? Últimamente hemos escuchado a personas que prefieren una u otra opción… “Me considero trabajadora autónoma que realiza labores creativas. Cuando ilustro un libro soy ilustradora, pero cuando hago un retrato a encargo o preparo una exposición, soy dibujante. Entiendo que la diferencia entre un dibujo y una ilustración, y ésta es una opinión personal, está en que la ilustración tiene una narración que el dibujo no tiene por qué tener. Cuando hago un retrato que me han encargado dibujo a una persona, puede que en ese dibujo se aprecie una intención narrativa, por la expresión del rostro u otros atributos, pero no está ilustrando ninguna historia ni texto. Hablo sobre todo de la ilustración literaria, donde la ilustración cumple una función diferente que en otros otros formatos”.

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¿Qué nos vamos a encontrar en las paredes de este libro, además de mucha vida? “La vida de las paredes cuenta cinco días de la vida de varios vecinos que comparten un antiguo edificio en una ciudad de provincias. Estas personas tienen un denominador común: la soledad; unas veces forzada y otras buscada.
A lo largo de estos cinco días, que son como una cata geológica, sus vidas se cruzan o trenzan, en algún momento”.

“Las paredes de las casas separan vidas, intimidades, pero también son testigos mudos de lo que sucede una vez cerramos la puerta de nuestro piso y nos encontramos con nosotros mismos. Y no tenemos que fingir ante nadie. Las paredes son voyeurs, como lo he sido yo como escritora y como lo es el lector. He mostrado cómo estos personajes son realmente una vez se cierran esas puertas, aunque las paredes estén ahí, no todas cumplen esa función que se espera de ellas. De ahí su protagonismo en la historia”.

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¿Cómo nació este proyecto y qué tiempo te ha llevado darle forma? “En el año 2013 Covadonga D’lom, con quien había trabajado con anterioridad siendo ella editora, me preguntó si escribía y me pidió echar un vistazo a algunos textos que yo había escrito. Al cabo de unas semanas hablamos y me animó a seguir escribiendo, y me propuso enseñarle mi trabajo a Silvia Querini, la directora literaria de la editorial Lumen. Accedí, claro, y al cabo de unos días Querini se puso en contacto conmigo para hacerme saber que había leído mis textos y que le parecía interesante lo que tenía entre manos. Así mismo me animó a seguir trabajando en ellos, a avanzar hasta un primer manuscrito y me dio su email para seguir en contacto. Un año y medio después ya estaba trabajando con la editorial en el primer manuscrito”.

¿Qué dirías que tienen de característico tus ilustraciones para este trabajo? ¿Son muy diferentes a otros trabajos? “Aprendo y mejoro con cada libro, por lo que estas ilustraciones sí son muy diferentes a las anteriores en cuanto a que es el primer libro en el que utilizo pleno color, también pinto la piel y me alejo aún más de el negro y rojo con el que empecé hace seis años, pero podré decir lo mismo de los próximos trabajos: siempre intento que cada libro tenga una identidad diferente, que mis libros no se parezcan demasiado los unos a los otros. Está el estilo, que es el mío porque no sé hacerlo de otra manera, pero se ve una evolución, un aprendizaje. Con cada libro intento aprender una técnica nueva, atreverme un poco más, hacerlo aún mejor. Estoy muy satisfecha con las ilustraciones de ‘La vida de las paredes’, reproducen una atmósfera en la que siempre me he querido ver (porque para mí ilustrar un libro es un poco como irme a vivir ahí dentro). Además he tenido libertad plena para construir la historia, por lo que la libertad, primero escribiendo y después ilustrando, facilita mucho la parte creativa”.

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¿Con qué técnica trabajaste? “Siempre suelo trabajar con la misma técnica: dibujo con pinturas, pinto con acuarela y tinta y luego hago un collage digital con esos dibujos, ya que dibujo utilizando un formato de papel muy grande; la cara de un personaje puede llegar a medir 20 cm.”.

Esta viene un poco al hilo de la primera pregunta… ¿es más fácil ilustrar cuando el texto es tuyo? “Es algo que me preguntaba mientras escribía la historia, si iba a ser más difícil que ilustrar un texto ajeno, ya que no es irrelevante que todos los datos, matices y ambigüedades de la historia estén ya en mi cabeza, y como ilustradora, cuando el texto es ajeno, es ahí donde más me gusta enredar: en los matices que en el texto quedan en la sombra. Era algo que me preocupaba, no quería hacer unas ilustraciones descriptivas, porque no aportarían nada al libro. Cuando llegó el momento me comporté como lo que soy, una ilustradora. Pesó más el oficio y supe encontrar esos matices escondidos, esas lecturas paralelas que enriquecen la lectura. Pero hubo algo de trampa: como también era la escritora, pude trabajar el texto de manera que el peso de la narración se repartiera entre palabras e ilustraciones. Es un libro que se ha de ver como lo que es: un libro ilustrado donde la historia la cuentan juntas estas dos narraciones”.

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Esta historia o esta vida transcurre en las paredes de un caserón de principios del siglo XX. ¿Ese caserón tiene nombre y apellidos? “Existe la calle Argumosa de mi ciudad natal, Torrelavega. Es una calle popular en Cantabria que existe en varias ciudades, que rinde homenaje al cirujano decimonónico Diego de Argumosa, cántabro de nacimiento, pero el caserón de ‘La vida de las paredes’ no se encuentra en esta calle, aunque sí podría estar presente en cualquier ciudad de provincias del norte de España, ya que es un estilo arquitectónico que podemos encontrar en Santander, en Gijón, en Bilbao y seguramente en varias ciudades gallegas”.

¿Qué hay de la vida real en las ilustraciones? En alguno de los personajes hemos visto que te has inspirado en personas reales, como el caso de Ana Himes… “Ana Himes es una artista multidisciplinar, fotógrafa y qué sé yo cuántas cosas más, con tanto talento y tanto encanto a nivel personal, y luego esa mirada que tiene… Le pedí permiso para darle rostro al personaje de la Musa. Ella accedió encantada y me devolvió un “book” completo con distintas fotografías que tomó la fotógrafa Sara Frost. Como ilustradora es algo que hago habitualmente con los amigos, ellos acceden y dan vida a los personajes. Así la editora y galerista Natalia Z. Haze ha sido la reina Isabel I de Castilla en una cubierta para Sílex editorial, una familiar fue la Beltraneja para la misma editorial, la escritora María Zaragoza apareció en el libro Casa de Muñecas, de Patricia Esteban Erlés, quien, por cierto, también encarnó a otro personaje. Yo misma he hecho cameos en mis libros. A veces es un simple juego, otras es necesidad, como en el último libro que he ilustrado: no encontraba modelo para la protagonista, necesitaba dibujar distintas expresiones faciales y lo más fácil era yo misma. Ha facilitado mucho mi trabajo”.

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¿Algo nuevo entre manos? ¿Nos puedes contar algo? “Acabo de ilustrar el libro  “La novia del lobo” (Nórdica Libros), un duro y precioso cuento de la escritora finlandesa Aino Kallas. La historia sucede en una isla de Estonia en el siglo XVII, en ella, en clave de cuento y de forma metafórica, se trata la situación en la se encuentra una mujer que tiene que decidir entre el rol de madre y esposa y el rol de ser humano libre. La traducción es de Luisa Gutiérrez, que fue quien me propuso esta maravilla de historia. Además tengo otro texto encima de la mesa que también me interesa mucho, y una historia en la cabeza que lleva martilleándome desde hace muchos meses y que en cuanto pueda, atenderé y escribiré”.