Patricia Esteban Erlés y Sara Morante ‘comparten hipoteca’ en “Casa de Muñecas”

Patricia Esteban Erlés y Sara Morante ‘comparten hipoteca’ en “Casa de Muñecas”

Un lugar por el que “se pasean los miedos infantiles, los ecos literarios, cinematográficos y fotográficos, el género fantástico teñido de magenta, de niñas que no crecen, de muñecas con vida propia, de fantasmas y lugares secretos…”.

Hablamos de “Casa de Muñecas”, un libro de microcuentos, editado por ‘Páginas de Espuma’, con diez habitaciones y cien textos escritos por Patricia Esteban Erlés e ilustrados por Sara Morante. Hemos ‘hablado’ con las dos, aunque por separado. El resultado de este encuentro se ve en el libro, pero también en estas líneas. Una historia que comienza en el cuarto de juguetes y que terminará en los exteriores de la casa, eso sí, pasando, por ejemplo, por la cripta y por el desván de los monstruos.

Patricia: “El libro surgió de forma espontánea, como esas florecitas amarillas que van creciendo dentro de las casas abandonadas, sin pedirle permiso a nadie. Todo fue muy natural, me gustaba colgar pequeños cuentos en Facebook, acompañados de una fotografía que a veces era el génesis mismo del texto. Los cuentos aparecían y un buen día me di cuenta de que tenía un buen borrador para trabajar, con muchos textos, en torno a 600, y un eje temático común, porque se repetían con frecuencia personajes infantiles, fantasmas, obsesiones femeninas, muñecas…”.

“En un principio iba a ser un libro de microrrelatos, una vez se puliera y seleccionara bien el material, pero entonces se cruzó Sara Morante en el camino y la perseguí para que hiciera la cubierta, luego le entusiasmó el proyecto y aceptó ilustrarlo. De ahí a compartir hipoteca de la ‘Casa de Muñecas’ hubo un paso. Se convirtió en la segunda autora, en una voz paralela a la mía que cuenta, con su propio lenguaje plástico, la historia escrita, enriqueciéndola, dándole un tono propio, eligiendo aquellos detalles del texto que prefiere resaltar, como si fuera un zoom o un subrayado”.

Sara: “A Patricia Esteban Erlés y a mí nos presentaron dos escritores: Felix Yusupov y Vsévolod Garshín. Patricia había escrito el prólogo de un libro del primero, “El final de Rasputín”, y yo había ilustrado un libro del segundo, “La flor roja”. Cada una por nuestro lado disfrutamos del trabajo de la otra, y nos encontramos por casualidad en Facebook, en donde aprovechamos para felicitarnos por nuestra obra. Poco a poco me fui dando cuenta de que el trabajo de Patricia como escritora me era muy afín, compartíamos imaginario; el estilo de Patricia me cautivó al momento. Cada texto que leía de ella, cada brevedad, cada cuento, me parecía de lo más inspirador, incluso llegué a pensar que sus palabras eran en realidad los “pie de foto” de ilustraciones que yo aún no había dibujado. Ella me habló de su proyecto, Casa de Muñecas, y acordamos que yo me encargaría de hacer la portada, pero el libro era muy goloso, una portada sabía a poco y yo me moría de ganas de trabajar con ella, creía firmemente que estábamos hechas la una para la otra”.

“Convencimos al editor, Juan Casamayor, y poco a poco el libro se fue asentando. Durante un año Patricia apuntaló y cimentó la casa, durante un año Patricia nos puso a todos, editor, ilustradora y lectores en la red, la miel en los labios compartiendo con nosotros partes de sus microcuentos, rasgos de sus personajes. Cuando por fin comencé, oficialmente, a ilustrar este libro, eran tantas las ideas y las ganas acumuladas a largo de los últimos meses, que las ilustraciones fueron saliendo sin apenas esfuerzo. Me he sentido muy a gusto, muy ‘como en casa’ ilustrando ‘Casa de Muñecas’, en parte porque he estado muy presente en la elaboración de los textos, pero creo que, sobre todo, porque de verdad hemos maridado muy bien texto e ilustraciones”.

Patricia: “En este libro el lector se encontrará, como te digo, dos historias, una elaborada con palabras, la otra en imágenes magníficas, muy marcadas por los tonos negro y magenta que Sara eligió. Nuestra Casa es una pequeña mansión con diez espacios distintos, habitaciones que contienen diez cuentos cada una. Pero dejando de lado el edificio, podemos hablar de sus inquilinos. Creo que allí habitan todos mis fantasmas y mis obsesiones. La Casa está llena de muñecas, esos seres aterradores y fascinantes que nos ven envejecer a los humanos desde sus estanterías, hay una colección de niñas y niños extraños en la habitación infantil, hay gemelas, hay monstruos debajo de la cama, vestidos y zapatos caros en el armario del dormitorio principal… Hay un poco de terror, hay humor, melancolía, rencores mal curados… En definitiva, todo el mobiliario que decora cualquier casa convencional”.

Sara: “Supongo que lo más relevante sería destacar el color magenta del libro. Normalmente me gusta trabajar con los colores negro y rojo, pero para este libro decidimos que el color magenta, junto con el negro, le daría ese tono rabioso, femenino y muy vivo que destilaban las historias. En cuanto al texto de Casa de Muñecas, me ha dado la posibilidad de sumergirme en un ambiente en el que se combina lo tierno con lo macabro de una forma muy elegante y sutil, sin piedad, ni siquiera si hablamos de una muñeca con tuberculosis con un pie en la tumba. Ha sido divertido, de alguna manera, poder adentrarse en este ambiente. Además, la ilustración me permite rendir homenaje a personas reales que existen en mi vida, a las cuales admiro y quiero, introduciéndolas en los dibujos, y también mis pequeñas venganzas, tomando prestadas caras, incluso dando rienda suelta a pequeñas fobias (como esa que tengo con Pinocho). Casa de Muñecas es un popurrí de muñecas y sus macabras historias, repartidas a lo largo y ancho de una antigua casa de muñecas en ruinas, con referencias cinematográficas, góticas, victorianas, hielo y unas gotas de punk ochentero, gestadas por Patricia Esteban Erlés y por mí en última instancia. En este libro no nos hemos cortado a la hora de volcar, cada una con sus herramientas y en su espacio, nuestras filias y nuestras fobias, y creo que uniendo ambas lecturas hemos dado con una buena armonía”.

Patricia: “El proceso de creación ha sido emocionante y una de esas experiencias que no se olvidan. Con Sara pactamos que yo no contaminaría su lectura, que el manuscrito le llegaría virgen y ella sugeriría su visión de los textos y elegiría cuáles le parecían más ‘ilustrables’. Así fue, ella marcó sus preferencias, salvo dos o tres que para mí era imprescindible que fueran acompañados de antemano por una imagen. En todos los demás estuvimos muy de acuerdo, sus propuestas siempre eran sorprendentes, acertadas y llenas de todo el misterio y el glamour un punto macabro que debía respirarse en cada página. Sara captó la atmósfera que yo quería para el libro y hemos vivido unos meses de obsesión maravillosos, ideando cada detalle. Las ideas acudían en tropel, los mail eran delirantes y llenos de propuestas endiabladas que siempre me fascinaban y que han hecho crecer a cada relato. En otra habitación del mismo proceso nos esperaba el editor, que creyó enseguida en ‘Casa de Muñecas’ y nos ha dejado trabajar muy libremente, aunque siempre que hemos necesitado el aporte digamos racional que cabe atribuirle a quienes editan, ha estado ahí, imponiendo sensatez y sentido común”.

Sara: “En cada libro intento evolucionar un poco, no detenerme e intentar dar un paso más allá. Es inevitable que esto suceda, ya que estoy aprendiendo cada día, mejorando mi técnica (llevo tres años trabajando profesionalmente como ilustradora, por lo tanto soy una recién llegada, como quien dice), pero casi siempre empleo la misma técnica y las mismas herramientas; lápiz, tinta, plumilla, a veces acuarela, lápices de colores, y collage con mis propios dibujos. Trabajo un formato muy grande para los personajes, por lo que me veo obligada a escanear las partes del cuerpo por separado, y luego montar la ilustración en forma de collage con el ordenador. Suelo separar el proceso en dos partes; la concentración y la calma del dibujo y la parte más eufórica del montaje de la ilustración final. Trabajar de estas dos maneras, con sus ritmos tan distintos, hace que mi trabajo sea muy entretenido y adictivo. Hay lugares comunes en todos mis libros. Me gustan los motivos vegetales, los ambientes vetustos, el lujo decadente, los árboles sin hojas y las zarzas, los personajes de mirada difícil de interpretar. Supongo que lo que me atrae de un texto es en parte la posibilidad de poder introducir este imaginario en él, y también ampliarlo, tomando prestado el que te ofrece el texto, incluso si este es radicalmente distinto al mío, ya que me obliga a adentrarme en derroteros difíciles, y eso le suma emoción a mi trabajo. En este caso Casa de Muñecas ha sido un ardor constante, ya que Patricia tiene un estilo de escritura muy visual, y cada dos palabras arroja imágenes que para mí son un cebo difícil de ignorar”.

¿Qué te parecen las ilustraciones de Sara?

Patricia: “Aquí debería quedarme en silencio y poner los ojos en blanco, simplemente. Para mí Sara es uno de los grandes talentos de la ilustración actual, pero a nivel interplanetario. Creo que tiene un estilo propio que te hace reconocer sus trabajos al primer golpe de vista, pero hay más, mucho más. Sara es una autora. Inventa sus historias, transforma o caracteriza a los personajes sirviéndose de detalles mínimos, como el estampado de un vestido, la profundidad de una mirada o el peinado. Hace un uso del color que es verbal, que narra emociones, sensaciones, que crea clima como si fuera una pieza musical que comienza a escucharse dentro del texto y de la mente del lector. Sara ama su trabajo y su trabajo le corresponde como merece, sé que se va a vivir a cada obra que ilustra, que entra y permanece allí, completamente entregada, hasta que acaba la última ilustración. Podría decirte que vive tórridos romances con sus encargos, que vive con pasión la creación artística y que no puede ser de otro modo, que por eso lo que ella hace es siempre distinto, siempre suyo. Soy, como ves, la presidenta del club de fans de Sara Morante y espero que tenga todo el éxito y el prestigio que merece un talento como el suyo”.

Al tratarse de pequeños relatos, es decir, de varias historias, a la hora de ilustrar¿es más fácil o más difícil que si se tratara de una sola historia?

Sara: “No hay mucha diferencia si se está en sintonía con el texto, con la historia, con la forma en la que está narrada. Yo suelo tener una impresión, cuando leo un texto por primera vez, que una vez que empiezo a trabajar con las ilustraciones cambia, pero solo por un corto período de tiempo. Hay una parte común en todos los libros que ilustro, y es el momento caos absoluto/amor-odio por el texto. Es la parte en la que organizo las ideas que me transmite la historia, decido qué partes ilustrar, qué lectura hacer, etc… como es una parte que depende mucho de la improvisación, es todo muy inestable y me causa mucha ansiedad (de ahí el ‘odio’ del amor-odio). Dibujo a los personajes, hago pruebas y desecho mucho. Esta forma de trabajar sucede con todo tipo de textos, incluyendo la poesía, supongo que es el proceso mediante el cual los ilustradores nos ‘metemos dentro del texto’, o hacemos nuestro el texto. A partir de ese momento todo suele fluir bastante bien, y no suelo perder el ritmo. Es una forma un poco ‘in extremis’ de trabajar, ya que parece que dejo la parte ‘más importante’ (la de la realización de las ilustraciones finales) para el final, pero para mí es igual de importante la anterior, la de la angustia de no saber qué hacer; en esta parte del proceso es frecuente escuchar en mi estudio palabras negativas del tipo ‘no sirvo para esto’, ‘estoy acabada’, ‘voy a hacer una porquería’, ‘debí quedarme en aquella oficina’, etc… Pero afortunadamente poco a poco voy comprendiendo esta forma de trabajar mía y aunque no atenúa el mal rato, lo tomo de forma más natural. Sé que tarde o temprano me haré con la historia”.

Y, tras ‘Casa de Muñecas’, ¿en qué estás trabajando ahora Sara?

Sara: “Este otoño hay varios proyectos sobre mi mesa que me entusiasman. Uno de ellos es una sorpresa literaria, que no lo es tanto, con la editorial Impedimenta. Es una idea que me rondaba la cabeza desde hace muchísimo tiempo, y se la propuse a Enrique Redel, le gustó, y en ello estamos. Trabajaré de nuevo con la editorial Contraseña, en la portada de un libro, y estoy colaborando con la revista ‘Marie Claire’.